Lavanda

Lavanda

La Lavanda tiene raíces profundas en la historia europea, especialmente en la región del Mediterráneo. Ya en la antigüedad romana, se utilizaba en los baños y como perfume para la ropa y la piel. Los romanos la llamaban “lavare”, que significa “lavar”, porque la añadían al agua para limpiar y refrescar el cuerpo. Más que un simple aroma, notaron que el uso de lavanda ayudaba a calmar la mente y reducir la ansiedad, incluso durante largos viajes o en la vida cotidiana agitada de las ciudades romanas.

Durante la Edad Media, los monjes la cultivaban en los monasterios por sus propiedades medicinales. Descubrieron que podía usarse para tratar heridas, quemaduras leves e infecciones, gracias a su acción antiséptica. También notaron que el aroma ayudaba a dormir mejor y a calmar dolores de cabeza. En esos tiempos, los herbolarios empezaron a destilar aceite de lavanda, perfeccionando su uso para la relajación y la limpieza.

En siglos posteriores, la lavanda se convirtió en un símbolo de serenidad y limpieza en la cultura europea, y su aceite esencial empezó a comercializarse más allá de los monasterios, llegando a hogares y spas. Hoy en día, su historia sigue viva: lo que empezó como una hierba para baños y remedios se ha convertido en un icono global del bienestar y la aromaterapia.

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